miércoles, 30 de enero de 2019

Mi ser mitológico favorito.

Mi ser mitológico favorito.


—En la playa, cuando entro en el agua me palpita fuerte el corazón. Nado un poco, hasta que me aclimato. Entonces paro, le doy la espalda a la orilla y miro al horizonte. Y pienso «ojalá venga ahora una sirena» —Entonces, J. me mira fijamente y pregunta —Y tú ser mitológico preferido ¿cuál es?

Lo medito un poco, aunque lo tengo muy claro. —Sin duda, las croquetas de mi madre —contesto con una sonrisa mientras las saboreo en mi memoria. —Eran tan buenas como ella.


—En la playa, cuando entro en el agua me palpita me fuerte el corazón. Nado un poco, hasta que me aclimato. Entonces paro, le doy la espalda a la orilla y miro al horizonte. Y pienso «ojalá venga ahora una sirena» —Entonces, J. me mira fijamente y pregunta —Y tú ser mitológico preferido ¿cuál es?

—Lo medito un poco, aunque lo tengo muy claro. —Sin duda, las croquetas de mi padre —contesto con una sonrisa mientras las imagino en mis papilas. —Era tan bueno, que si hubiera querido hacerlas, le habrían salido igual de buenas.

***

Este relato participa en el #Origireto2019 el reto de escritura organizado por Katty (La pluma azul de Katty) y Stiby (Sólo un capítulo más) con el objetivo número 18; escribir dos versiones de un relato cambiando el género de los personajes, de manera que cambie el significado  o relatar un hecho que sea la excepción, y con el objeto oculto número 4; una criatura mitológica (en este caso la sirena), y enlaza con el relato de enero de este año de Katty (Protagonista) al ser uno de los dos interlocutores el tal J. de su relato.

Estadísticas según https://www.contadordepalabras.com/
Palabras 180
993 Caracteres (con espacios)
817 Caracteres (sin espacios)
Párrafos 4
Oraciones 16

Índice de mi participación en el #OrigiReto2019

He visto algo parecido a este post entre los participantes del #OrigiReto2019, el reto de escritura creativa que organizan Stiby (ver su blog) y Katty (ver su blog). Me ha parecido una excelente idea lo de contar con una especie de indice desde poder acceder de forma organizada a cada relato o microrrelato de cada mes.

Aquí tenéis el listado. Se irá actualizando a medida que pasen los meses y se añadan relatos y micros. Los objetivos y objetos que correspondan irán explicados en la entrada de cada uno de ellos. A continuación de cada mes, añadiré la pegatina mensual rellena. Las de medallas y objetivos extras irá al final.

ENERO



FEBRERO


  • RELATO  Vivir en Armonía (No disponible. En revisión para ampliación)
  


MARZO






ABRIL


  • RELATO La carrera del estepicursor
  • MICRORRELATO De Profundis
  • PEGATINA MENSUAL *Comentario a Stiby de abril, sustituido por comentario a GemaSeelie de abril, por aviso de Stiby de no poder publicar relato del mes a tiempo.

MAYO




JUNIO



JULIO



AGOSTO



SEPTIEMBRE



OCTUBRE


  • RELATO Anoriinnaq
  • MICRORRELATO (Este mes no ha dado lugar)
  • PEGATINA MENSUAL


NOVIEMBRE




DICIEMBRE



OBJETIVOS EXTRA Y MEDALLAS


No he llevado el control de esto y seguramente tenga mas medallas de las que figuran, pero no me voy a poner ahora, ultimo día del año...

En esta si me he puesto a rellenarla hoy. Creo que es correcta así, por lo que el total de OP sería 173+88=261.





lunes, 28 de enero de 2019

Hairesis maxima est opera maleficarum non credere


Actualización: Al final, como no me autoconvencía, opté por desechar este micro para el origireto y escribí otro.


***

 Sinceramente, creo que no me he ajustado fielmente al objetivo. Al final veréis que lo explico. Pero antes, os rogaría que leyerais el microrrelato de enero, tomándolo primero como un micro cualquiera que no participa en ningún reto de escritura.

Quien realmente participa, soy yo. Mi objetivo es ante todo, escribir. Y a partir de ahí, mejorar.

Por tanto, y dado que para el #Origireto2019 el reto de escritura organizado por Katty (La pluma azul de Katty) y Stiby (Sólo un capítulo más), me planteé la elección de objetivos como un sorteo, debo ser fiel a esa decisión. Unas veces será más difícil que otras, puede que incluso me parezcan imposibles, dado que aún carezco de muchos recursos y destreza para salir adelante del brete. Pero prefiero escribir algo a dejar un hueco sin rellenar. Salvo en las pegatinas. Ahí no me importa que haya huecos y falten puntos. No es mi objetivo. Así que eso lo dejo a vuestra deliberación.

Si lo decidís, puntuará. Si no, ahí quedará. Escrito está. Aquí está:


Puente sobre el río Ugarana.

Hairesis maxima est opera maleficarum non credere

Cruza el puente de piedra del Ugarana. Escucha el agua fluyendo entre raíces y piedras, mezclándose con el piar de los txatxangorris. En Urdazubi, los jueces de la Inquisición esperan el resultado del exorcismo. Si no funciona…

Va ensimismado en sus pensamientos.

Con ella fue igual. Rezos y bendiciones, durante semanas. Pero el íncubo seguía visitándola cada noche.

Luego el exorcismo. Fue demasiado fuerte. La dejó al borde de la muerte. Por unos días creyeron que funcionó. Pero...

Cuando logró recuperarse, el súcubo regreso una noche. Y otra. No hubo una tercera. Mi niña, mi dulce niña.

Bruja.

La sentenció todo el pueblo. Que su madre le había enseñado a cuidar del huerto. Su madre, que se suicidó, que era morisca refugiada de Valencia. Mil rumores que inventaron.

Tras la hoguera todo se calmó unos meses. Pero el demonio regresó como súcubo. Y mi dulce niño, ahora…

Hoy funcionará. Su heredero debe salvarse y ser el hombre del caserío. Lanza la cuerda sobre la rama. Con él morirá el demonio.


------FIN------


Este microrrelato (extensión limitada entre 200 y 1000 caracteres) participa en el #OrigiReto2019, para el mes de enero, teniendo como «objeto» oculto (4) un ser mitológico, aunque aquí se mencionan varios que desde una perspectiva externa a la tradición judeocristiana lo son; bruja, demonio,  íncubo y súcubo, son estos dos últimos los que tomo como referencia, al ser la misma criatura con dos versiones de género binario. No para cumplir el objetivo, sino por ser más coherente con la orientación del mismo. El objetivo era (18)«escribir dos versiones de un mismo relato con el género de los personajes cambiados, de modo que cambie el significado o relate un hecho que sea la excepción de lo habitual» cosa bastante complicada cuando la extensión está limitada a mil caracteres. Sí, ya se. Que podría haber elegido otro objetivo. Pero decidí al principio realizar un sorteo de objetivos, objetos y meses. Y tocó así.

Seguir la literalidad del objetivo en cuestión era complicado, por no decir imposible. De hecho, he tenido que ir recortando palabras como he podido para que siguiera teniendo el significado que le quería dar y la que creo que es la intención del objetivo; contraponer la percepción de que un mismo hecho suele tener nuestra sociedad occidental, heteropatriarcal y de mentalidad binaria y que siempre tiene peores consecuencias para mujeres frente a hombres. No se si se entenderá del todo tal como está. Pero prefiero no explicar más y que seáis vosotres quienes me contéis vuestras interpretaciones o valoraciones. Si me apunte al reto fue, primero para obligarme a escribir y segundo, esperando escuchar.

Así que, dado lo complicado del tema y lo propicio que ha resultado ser por los debates que propició en el chat de participantes del OrigiReto, dejo a vuestra valoración si el microrrelato se adecúa al objetivo propuesto. No lo voy a puntuar, salvo que por mayoría y razonadamente me convenzáis de que lo he logrado. 

El título, Hairesis maxima est opera maleficarum non credere, se traduce del latín como «la mayor herejía es no creer en la obra de las brujas». Esta frase, cimenta la ideología de la caza de brujas desde que se publica en el  Malleus maleficarum (Martillo de brujas. Heinrich Kramer & Jacob Sprenger, 1486) llegaría a ser el manual fundamental de inquisidores, sacerdotes y jueces civiles. Y quizás de la misoginia de época moderna, puesto que en ese manual afirmaban que la superstición se encontraba ante todo en las mujeres, y «la mayor cantidad de los brujos eran del sexo frágil porque las mujeres eran más crédulas, más propensas a la maliginidad y embusteras por naturaleza». Casi nada.

Estadísticas según https://www.contadordepalabras.com/
Palabras 170
999 Caracteres (con espacios) 
837 Caracteres (sin espacios)
Párrafos 9
Oraciones 27


Guiño; ha quedado en 999 caracteres, que mirándolo al revés es 666, el número del demonio.

miércoles, 23 de enero de 2019

Puerto rico, rico.

Puerto rico, rico. Primer relato para el OrigiReto2019.

Este año iba a ser un año dificil. Lo sabía y aún así me apunté al #OrigiReto2019, el reto de escritura organizado por Katty (La pluma azul de Katty) y Stiby (Sólo un capítulo más). No sabía que iba a comenzar de modo triste y doloroso. Pero la vida sigue, debe continuar. Llevo años diciendo que me gustaría escribir, y nunca me había puesto en serio.


Este reto, cuando lo conocí el año pasado en Twitter, me pareció muy interesante a la par que útil para mis anhelos narrativos. Hay otros, como el NaNoWriMo, que a día de hoy me resultan inasequibles. Pero el OrigiReto, creo que me puede ayudar a varias cosas. La principal, coger el hábito de la escritura, encontrar o fabricarme un momento (sea corto o largo) cada día para sentarme y ponerme a teclear. Y frente a cursos de escritura creativa y de «aprender a escribir», que primero porque suelen ser de pago y bien pagados, no me puedo permitir y segundo porque tampoco encuentro ninguno cerca de casa, leyendo a los demás participantes y escuchando sus comentarios, creo que se puede aprender bastante. Esto lo considero más un reto personal que una competición. No voy a ganar puntos, sino a vencer mi procrastinación. No voy tratar de hacerlo mejor que los demás, sino a hacerlo cada vez un poco mejor.

Bueno, que me enrollo. Esta última semana he podido reponerme y encontrar algunas horas y huecos en mi rutina diaria para comenzar. Y aquí está el resultado. Espero que lo disfrutéis, y sea así o no, que me deis (a mi no, al texto) caña con las criticas ¡constructivas, claro!




Puerto rico, rico.

La inmobiliaria era pequeña. En los últimos años, había menguado la afluencia de ricachones con posibles para adquirir una propiedad en las urbanizaciones turísticas de la zona. Cuanto más, la de los que buscaban hacerse con una pequeña isla privada. Si no fuera por el mercado de segunda mano habrían cerrado ya el negocio, opción que aún no descartaban del todo, si esta temporada no conseguían cerrar alguna buena venta. Así que entre los gastos que habían empezado a desatender para ahorrar, se encontraban los de mantenimiento de las dos embarcaciones a nombre de la empresa. La semirrígida, de apenas cinco metros de eslora y el Island Hopper. Sobre este centraban sus atenciones, por ser la herramienta que les estaba proporcionando unos ingresos extra alquilándolo para excursiones de buceo y pesca.

Sebastián llevaba desde el principio en la empresa. Su puesto era asesor inmobiliario. Pero como buen vendedor, hacía lo que estuviera en su mano para conseguir clientes y cerrar ventas. Como tenía licencia de navegación,  echaba una mano cuando hacía falta con los grupos de buceo. Había descubierto que con los españoles bregaba bastante bien.


Cuando aquel tipo llegó preguntando si tenían algún catálogo de islas en venta, el jefe le asignó el cliente a Sebastián inmediatamente y guiñándole un ojo le susurró —Oiga, Sebah. Este no es de los que tienen menudo en el bolsillo. Dijo algo de un sorteo, de allá de España. No me sea cabeza de pollo y consiga que compre. —Sebastián siempre había sido el alicate del jefe para los negocios delicados.


El motor de la vieja neumática, amarillenta y sucia, se quejaba de la travesía con un ronroneo irregular, impropio de un 50 caballos de dos tiempos bien mantenido. Deberían haberla limpiado antes de botarla. Y también solventado los pequeños desperfectos acumulados por meses de abandono en el garaje del jefe. Pero, para llevar a un único pasajero y su equipaje hasta la isla, aquella vieja Narwhal era más que suficiente. El otro barco habría consumido mucho más combustible y preferían no tenerlo ocupado. Durante las tres horas que emplearía para el servicio, podría presentarse algún grupo para ir a bucear a las zonas cercanas de Icacos, Cayo Lobos o Palominos. Incluso con suerte, llegaría alguno a pedir el día completo para Culebra. Eso eran bastantes más dólares. Suficientes para aguantar unas cuantas semanas sin más clientela.


El trayecto no suponía más de cuarenta minutos por un mar tropical usualmente tranquilo. Habían salido hacía media hora del puerto deportivo de Villa Marina, en la puertorriqueña localidad de Fajardo. El día estaba algo nublado, pero el tiempo relativamente tranquilo. Sebastian le había explicado que por la tarde se acercaría una tormenta tropical que venia del interior del atlántico, pero que solo les rozaría a partir del día siguiente. Si continuaba el rumbo previsto, primero amenazaría Bahamas. Y luego Florida. Pero si se iba más al Sur, probablemente habría mala mar durante cuatro o cinco días y sería mejor aplazar el viaje para la semana siguiente.


Pero el español estaba más que decidido. Ansioso incluso. Quería llegar cuanto antes a la que iba a ser su nueva propiedad, aquella pequeña isla con una cabaña bien equipada. El negocio estaba cerrado y el pago confirmado con el banco ¿quién le iba a negar a aquel hombrecito cumplir cuanto antes la que debía ser su mayor ilusión desde hacía mucho?


Se le notaba en sus modos que no estaba acostumbrado a tener dinero de sobra, que era nuevo en la vida de millonario. Lo único que parecía tener claro era querer una isla. Casi parecía que viniera buscando esa en concreto. Era muy posible que antes de presentarse allí, la hubiera visto en la web de la inmobiliaria. Y que, quizás para tratar de negociar mejor precio, se hubiera estado haciendo el caprichoso mientras consultaba el, ahora breve, catálogo de ese tipo de propiedades. Sin embargo, cuando preguntó por esa propiedad fingió pensárselo un poco y ya. Cerró el trato completo en media hora.


—¿Seguro que va bien? —El piloto quería cerciorarse de que el pasajero no se mareaba ya que no estaba dando mucha conversación y parecía tener mala cara—. Le aconsejé que comiera algo antes de zarpar. Con el estomago lleno, aunque no lo crea, siempre se soporta mejor el bamboleo del oleaje.


—No se preocupe. No es nada. Hacía mucho que no me montaba en una barca. Pero empiezo a recordar sensaciones. Y en cuanto a comer, ya comeré en tierra firme cuando lleguemos a nuestro destino. No se preocupe y ¡Dele!


Sebastián asintió, con una mirada que sus gafas de sol impidieron deducir si fue de despreocupación o de resignación. En sus lentes de espejo solo se reflejaba la imagen del españolito sentado a la izquierda del piloto, aferrado con una mano al asidero de la consola, y con la otra a la agarradera de babor. Aceleró un poco más, sin poder distinguir bajo el azote del viento en sus oídos, la nueva queja que emitía el ya castigado fueraborda.


Diez minutos más tarde, el ondulante zafiro que los rodeaba había virado a un gris plateado en todas direcciones, incluso entre cielo y mar. Esto aumentaba el contraste de la espléndida visión que tenían a proa. Los seis islotes verdes se encontraban ya a menos de media milla.
Sebastián aminoró para finalizar la aproximación sin dar tantos botes, y para poder sentarse y descansar la tensión de las piernas. Pilotar de pié agotaba y era mejor prepararse para poder caminar en tierra firme en pocos minutos.


—Los bajíos ¿sabe? —justificó así la maniobra y el sentarse—. Alrededor de todas las islas estas hay bancos de arena y arrecifes, y es mejor acercarse despacio. Por seguridad.


—Ya imagino. Bueno, espero que el barco grande cuando traiga provisiones en diez días, vaya con el mismo cuidado.


—Sí, claro. Eso saben hacerlo. Aunque nunca han venido mucho, pero hecha una isla, son todas iguales. Me refiero… Para las maniobras y eso, claro. —Sebastián temió haber causado la impresión de que la islita del español era como otra cualquiera, cuando debía hacérsela sentir como especial. Habían firmado un mes de prueba, y si antes de cumplir el plazo el comprador se arrepentía, anulaban el contrato y el pago. Solo se cobraría un alquiler por el equivalente a dos meses, y los beneficios de la jugosa venta, desaparecerían.


—Ya imagino. En mi niñez yo también navegaba. Me crió mi abuela y ella tenía una barquita. Ya le dije que hacía mucho que no me montaba en una. Y recordar tantas sensaciones, esta siendo delicioso.


Esto tranquilizó bastante al vendedor, que cobró de nuevo confianza, y se lanzó a rematar con su verborrea habitual.


Ta bueno eso —dijo con una amplia sonrisa de complicidad—. Pues como le decía, la casita se construyó en los años setenta. Pero duró poco, porque el propietario dejó de venir y a los años pasó a manos del gobierno. A finales de los noventa fue que el jefe la consiguió en subasta, y desde entonces, se ha alquilado por temporadas, o para alguna grabación todo lo más. Lleva ya varios años deshabitada. Pero la villa se renovó hace cinco y se ha limpiado todos los meses.


Mientras se iban aproximando y una vez que localizaron el pequeño embarcadero, Villa Bohío se dejó ver entre los veinticinco acres de manglares y vegetación exuberante de la isla, destacando el tono marrón de sus paredes de madera y el brillo azul de sus paneles solares del tejado.


Sebastian le recordó al flamante nuevo propietario que la suya, era la tercera en extensión de las seis que configuraban aquel coqueto archipiélago. Se suponía que en la antigüedad habían estado habitadas por los indios originales de la zona. Aunque no se sabía con certeza si los primeros pobladores arahuacos habían sido pacíficos taínos o antropófagos caribes.


Le explicó que no todas las islas habían estado habitadas en tiempos precolombinos. Solo en cuatro de ellas, incluida la del español, se habían encontrado signos de construcción de bahareques. Luego estaban las dos más al norte en las que, al parecer, nunca habitó nadie. En la pequeña se encontraron algunos utensilios de pesca, y en la mayor una especie de altar de piedra y algunos cemíes.


—Eso fue lo que publicaron los de la expedición arqueológica de los años cuarenta, después de que el gobierno prestara más atención a las islitas, cuando aquellos pescadores hallaron a la niña pequeña en la canoa, durmiendo tan tranquila. Nadie pudo explicar de donde había salido. En las islas no quedaba nada que indicara que por entonces alguien viviera allí. No se halló ni se reportó naufragio alguno. Ni nadie reclamó a la caribeñita. Así le decían a la cría, porque era india o lo parecía. Ya vio usted el recorte de prensa en el dossier. ¿A que parecía india la nena?


—Sí, bueno. En las fotos de los periódicos antiguos cualquiera parece indio. Hasta yo podría serlo ¿eh? —sonrió sarcástico el español, entrecerrando esos ojillos rasgados y oscuros por encima de sus gafas de sol. Mirándolo bien, a Sebastian si que le recordaba en cierta manera a un indio, pequeño y bronceado.


En el último tramo, Sebastián apagó el motor, que agradeció el descanso con un rugido sordo y un sonido metálico suave y cíclico, mientras la hélice seguía girando sin empuje por la inercia de su propio avance. Se situó con un movimiento ágil a proa, con el cabo de amarre en una mano y con el remo apuntando al muelle en la otra, amortiguó el encuentro entre hormigón y goma. Saltó al embarcadero, amarró de proa y seguidamente pidió al pasajero que le pasara un cabo de popa que también aseguró. Volvió a bordo y entre los dos, sacaron del tambucho la mochila que llevaba como equipaje el cliente.


Una vez ambos en tierra y buscando en su bolsillo, tomó la iniciativa.


—Bueno, jefe —pronunció esta palabra con cierta sorna—. Aquí tiene la llave de su casa. El generador de respaldo esta surtido. Las tres habitaciones, el salón y los dos baños, todo limpio y en perfecto orden. El depósito de agua lleno y potabilizado. Seiscientos galones tiene allá. Y la cocina está provista con lo mínimo ahora, despensa para quince días.


—Le estoy muy agradecido por sus servicios, Sebastián. Ahora si que tomaría un bocado. ¿Me acompaña?


—No, hombre. Debo regresar antes de que la mar se encabrite. Cuanto más tarde en salir, más probable será que tenga que quedarme a acompañarle unos días. Y lo que usted deseaba, era la soledad de la isla ¿no es cierto?


—Oh, vamos. ¿que margen tenemos aún?¿Horas? Tampoco tardaremos tanto—. Y examinando una barbacoa de piedra que imitaba un altar de ceremonias indígena, como el hallado en la isla vecina, sugirió: —Y ya que la cocina de los indios era la barbacoa ¿qué mejor que inaugurar la vivienda con carne fresca? Aún no se donde están las cosas.


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Mientras el otro encendía la barbacoa, el español se dirigió hacía el embarcadero con la excusa de llamar por teléfono satelital.


Desamarró la neumática que, libre, se fue alejando despacio. Sabía que Sebastián aún llevaba enrollado en la muñeca el dispositivo de hombre al agua. Si la encontraban a la deriva, sin tripulantes y sin el conector, supondrían que ambos se perdieron juntos. Las corrientes, el viento, la inercia, hasta los tiburones... Había muchas razones por las que alguien solo en una barca, no consiguiera volver a subirse tras caer.


Regresó a la cabaña y rebuscó en su equipaje. En una vieja foto polaroid de colores desvaídos, se veía un niño en una barca tosca y alargada. A su lado, de pie con el agua por la pantorrilla, una mujer de mediana edad y baja estatura, morena y de ojos achinados sonreía mostrando unos dientes afilados artificialmente, como los de un tiburón. Escrito a mano sobre la foto se leía; Luisito y mami caribeñita. 1974.


— Ya estamos en casa, abuelita —El español sintió gruñir su estómago. 


Y reflejada en un reluciente machete, su sonrisa zigzagueó entre dientes triangulares.



------FIN------
Este relato participa en el #OrigiReto2019 para el mes de enero con el objetivo 15, que transcurra en una isla deshabitada y con los objetos ocultos 30,llave y 23, foto vieja o polaroid. 

Estadísticas según https://www.contadordepalabras.com/

2011 Palabras

11794 Caracteres (con espacios)

9814 Caracteres (sin espacios)

Párrafos 35

Oraciones 141


Registro 1903040144002,

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