domingo, 31 de mayo de 2020

Ovarios



Las sombras de las estacas se alargan y, a medida que el sol se alza, señalan como los destellos de oscuridad del negativo de un faro que advirtiera por donde discurre el borde del foso de la vergüenza. Con los prismáticos se alcanzan a ver, sabiendo que señales buscar, los puestos de los hermanos en Irak. Tan hermanos y cercanos como el KRG quiera ese día. Tan lejanos y extranjeros como los intereses de occidente decidan esta semana.

Hoy será difícil verlos. Muchos están reuniendo fuerzas para luchar contra los demonios, en Tall Afar y Sinjar, por donde cada vez se acercan más a la frontera.

Nudem acopla su ojo al tubo de goma. La mira telescópica le coloca el otro lado de la frontera a la aparente distancia de las casas de su vecindario, en su Mabrouka natal. Barre el paisaje despacio, de izquierda a derecha, desde la primera estaca que puede enfocar hasta la curva de la zanja al Sur. Y luego el barrido inverso. El sol comienza a recalentar la tierra y el aire distorsiona la imagen a franjas que hacen bailar los rastrojos lejanos.

Es el único signo de actividad en su recorrido. Curioso que lo único que se mueva sea algo inanimado.

Está acostumbrada a la soledad de su puesto de francotiradora, en aquella habitación ruinosa del edificio destruido. Sola, agazapada delante del hueco donde, en tiempos extrañamente felices e inusuales, hubo una ventana que daba luz a la salita de alguna familia. Quizás fueran yazidíes, como ella. Ahora es un hueco vacío de dintel o jambas, donde hasta el vierteaguas ha desaparecido y la abertura solo esta perfilada por los bruscos acabados de ladrillos rotos de la pared.

Le han repetido hasta la saciedad que debería hacer las guardias con el resto de la brigada, en el control de la carretera. Pero ella insiste en acudir a su deprimente atalaya.

—Un día llegarán y lo harán por el viejo camino. Los demonios no avisan, pero yo sí.

Esa es siempre su contestación.

Nunca se la toman en serio. Le aseguran que las bombas les caerían encima si se acercaran.

—¿Qué bombas? ¿Las americanas? Ellos crearon a los demonios y los usan según les interesa. ¿Las rusas? Solo piensan en por donde pueden hacer pasar el gas y el petroleo. ¿O las de Al-Asad? Claro, él tiene bombas para todos; oposición, islamistas, nosotros… Y le sobra alguna para los demonios. ¿O acaso creéis que les va a llegar una bomba desde Turquía? No, compañeros. Esas solo alcanzan nuestros campamentos, nuestros pueblos. Como todas, solo reafirman que esta tierra es kurda a base de esparcir sobre ella nuestra sangre.

La brigada completa calla. Nudem sabe dejar a todos sin palabra ni réplica posible. Así que la dejan seguir con sus eternas guardias tras la mira de su fusil que cada día le dejan un cerco dolorido alrededor de la órbita del ojo derecho. Hoy podrían decirle que no va a llegar ningún demonio, que bastante ocupados estarán defendiéndose en Mosul, hacía donde se dirigen los kurdos del otro lado, junto con fuerzas de la coalición internacional, esa misma que nunca está junto a ellos cuando se les necesita. Pero en el fondo saben que nunca hay que esperar nada de los fanáticos. Y es mejor que Nudem tenga sus avizores ojos en las ruinas que su lengua protestona en el control de la carretera.

Sin apartarse de la mira PSO, aferra con fuerza su viejo Dragunov cuando percibe unos pasos lejanos y lentos, como si el propietario de esos pies tanteara el terreno antes de dar cada uno. Exhala despacio hasta vaciar sus pulmones y luego toma una bocanada de aire que retiene en silencio para escuchar con atención. Aguza sus sentidos. Los pasos se acercan por detrás, alguien se dirige a la entrada. Nudem se mueve lentamente metiéndose al interior de la estancia. No hay un objetivo que alcanzar desde la ventana sino alguien que llegará a la puerta, tras ella, en solo cinco pasos.

Se gira sin hacer ruido.

«Çar». Cuatro pasos.

Muy despacio, desacopla el ojo del amortiguador engomado de la mira.

«Se». Tres pasos.

Apoya la espalda en la pared bajo la ventana. Está en cuclillas.

«Du». Dos pasos.

Se da cuenta de que aún retiene el aire que tomó, ya casi consumido.

«Yek». Un paso.

Ahora no puede perder el tiempo en respirar. Posa el dedo en el gatillo, la culata en el hombro.

Se prepara, pero el último paso no llega.

En su lugar una voz.

Merheba, Nudem. Soy yo. ¿Puedo pasar?

Nudem exhala el aire agotado y con él su tensión acumulada. Aparta automáticamente el dedo del gatillo al reconocer a su amiga.

¡Tenam! Pasa, Evindar.

Baja el rifle y responde con otra sonrisa al ver asomarse la cara rebosante de simpatía de Evindar.

—¿Sabes que un día de estos, cuando los disparos me dejen sorda del todo, no te escucharé llegar y entonces tendremos una desgracia? —Entorna los ojos tratando de mostrar un gesto de enfado y ferocidad que solo provoca risas en la otra peshmerga.

—Ja, ja, ja —ríe suave, con una peculiar mezcla de camaradería y sarcasmo—. Eso solo pasaría si además yo me volviera tonta. Pero no, cariño. Nunca entraría sin confirmar, primero que estás bien, y segundo que me reconoces.

Evindar se sienta en el suelo junto a Nudem. La mira a los ojos, se sonríen y se abrazan durante unos eternos y reconfortantes segundos durante los que acompasan sus respiraciones hasta que la guerrillera se separa para dirigirse a la francotiradora.

—Te he traído el almuerzo. ¿Puedo quedarme a comer contigo?

Nudem muestra más luz en su sonrisa que la que Melek Taus, el ángel pavo real, muestra en su cola desplegada. La propia iluminación de la divinidad.

Sobre sus pañuelos abiertos en el suelo comparten un frugal almuerzo, contándose las pocas novedades que hay que no tengan que ver con guerra, muerte y destrucción. El nacimiento del hijo de una amiga común, la carta que el primo de Evindar envió desde Alemania contando lo bien que le iba en sus estudios de violoncelo mientras miran la foto del muchacho sonriente mientras interpretaba alguna pieza que no escucharán nunca, la buena cosecha de trigo que se está dando al noroeste. Acaban por hablar sobre el bombardeo en el que cuatro compañeras de las YPJ, las fuerzas de las Yekîneyên Parastina Jin (Unidades Femeninas de Protección), murieron hace dos días en el asaish de la carretera Este de Safa al kebir. Lo que da por acabada la comida con un silencio mutuo y las devuelve a la realidad de sus circunstancias.

Se levantan y se dan una abrazo de despedida.

Evindar se detiene en la puerta antes de marcharse. Observa como Nudem se coloca su pañuelo azul en la cabeza de forma cuidadosa para recogerse la melena y que no la moleste en su paciente espera. La sempiterna rutina. Agarra el rifle y se lo coloca, la culata esquelética de madera en el hueco entre los huesos de la clavícula y el hombro, la mano izquierda en el agarre interior de la misma, el guardamanos de madera sobre la correa desenganchada para acolchar el apoyo mientras barre el panorama de la frontera con el ojo sobre la mira. Se aposta en la ventana de nuevo, preparada para otra larga espera, cuando de repente ve algo.

—¡Eh! —susurra con asombro— Ahí hay…

Evindar, sobresaltada, de un paso atrás para volver a entrar en la habitación y se agacha. —¿Qué has visto? —pregunta en voz baja.

Nudem ajusta su puntería, ni contesta ni apenas respira. La sensación de parálisis pulmonar vuelve, el corazón late con fuerza pero, aunque lo siente en las sienes apretadas por el pañuelo, el pulso no se transmite a las manos. No se lo puede permitir, debe mantener la cruceta de la mira lo más estable posible.

Entonces cree reconocerlo. Una tela negra comienza a ondear mientras quien la porta asciende por la pared de la zanja. Una mano surge del borde, agarrándose a una de las estacas de este lado, levantando una leve polvareda en la arena del foso. Nudem mueve levemente a ambos lados el rifle, viendo por la mira que varios bultos oscuros avanzan desde el otro lado. Se pasa la lengua por los labios y apunta a la mano. Espera la cabeza del portaestandarte, segura de que va a aparecer. No oye a Evindar preguntando, no siente sus propias pulsaciones, la visión periférica desaparece centrándose en ese único punto; la estaca, la mano, lo próximo va a ser la cabeza de un demonio y entonces; disparará.

Justo donde la cruceta auguraba, otra tela negra comienza a elevarse despacio, cautelosa, al borde del foso. Deja que asome unos centímetros, hasta que un leve cambio de color le da la señal. Los ojos del demonio. Dispara y…

El aire de la estela de una bala enemiga roza su cabeza mientras el proyectil se estrella contra la pared. Nudem, reacciona tan despacio como solo alguien como ella puede hacerlo. Sabe que al otro lado, otro francotirador la ha localizado y esperado el destello de su propio disparo para confirmar su blanco; ella. No tiene excesiva prisa para retirarse. Conoce como funcionan las cosas. El otro, al igual que ella, tendrá que recargar y reposicionarse. Un segundo es una eternidad a los ojos de los francotiradores.

Se retira y sonríe con aparente tranquilidad y sospechoso buen humor a Evindar. Los nervios viajan a toda velocidad por dentro de su cuerpo, pero sabe controlarlos para que no se muestren.

—Os lo avisé. Los demonios del califato han venido. Y voy a tener la suerte de despachar a unos cuantos mientras tú avisas a los demás. Corre.


* * * FIN * * *

Este relato participa en el #OrigiReto2020, el reto de escritura creado por Stiby (ver blog) y Katty (ver blog). En sus respectivos blogs podéis ver las normas del reto. En este caso, en el sorteo que realicé, estos son los objetivos y objetos que tocaron para el mes de
Objetivo primario: 12, dar visibilidad a un colectivo minoritario, en este caso al pueblo kurdo y sus guerrilleras, únicas capaces de plantarles cara a los yihadistas del ISIS, y dentro de este colectivo a la minoría yazidí.
Primer objetivo secundario: C, Pedro y el lobo
Segundo objetivo secundario: VI, ángeles y/o demonios. Aunque los demonios aquí son los del califato, Melek Taus, el ángel pavo real de la religión yazidí vale por ambos. Investigadlo si os interesa.
Objetos ocultos: Arena (10) y Estaca (01)

Estadísticas según https://www.contadordepalabras.com/


1624 Palabras
9212 Caracteres (con espacios)
7631 Caracteres (sin espacios)
44   Párrafos

123  Oraciones


La historia está inspirada en parte en la imagen que acompaña el relato, siendo Nudem y Evindar los nombres reales de esas dos peshemergas o guerrilleras kurdas. Y en parte en el video de esta francotiradora, sobre el que podeis leer más aquí.

El pueblo kurdo es una minoría étnica ignorada por muchos, fragmentado en varios países cuyas fronteras no han dejado de ser nunca el capricho de los avatares de la historia y los intereses de otros.