domingo, 5 de enero de 2020

Sobrevivir a toda costa

Imagen de Marci Marc en Pixabay 

05/01/1950
Diario de a bordo del buque Hänsel und Gretel, matriculado en Hamburgo, perteneciente a la Grimmgebrüder Reederei.

Los problemas persisten. La cavitación de la hélice de estribor se agrava. Hemos perdido el compás. En realidad, creemos que llevaba días fallando, por lo que la derrota se ha ido desviando del rumbo previsto.

No podemos ubicarnos con seguridad ya que las cartas náuticas están obsoletas y el sextante roto.

Un cálculo probable nos sitúa a unas tres mil millas al SW de Yakarta. Quizás, en las proximidades de la Isla Amsterdam, quizás en medio de la nada.

Nos tememos que esta vez no regresemos. Tantas dificultades y averías apuntan, de nuevo, al sabotaje.

Cap. V. Brumberg





Al acabar de redactar el apunte en el diario, tocaron a la puerta de la cabina del capitán. Ludwig, su hermano y segundo de a bordo, apareció con el agotamiento en su rostro tatuado por negras líneas de sudor y carbonilla.

—Hemos detenido la máquina de estribor. Las vibraciones eran tremendas. Compensamos la deriva como podemos. Por fortuna, las corrientes no son fuertes.

Miró a su hermano negando con la cabeza.

—Han sido ellos, Ludwig. Nos consideran un lastre, tanto al buque como a nosotros. Nunca pensaron que saldríamos de la última. Imagino las caras, cuando arribamos a Roterdam y no hubo seguro que cobrar. Si hubiéramos comunicado nuestro regreso, habrían sido capaces de enviar a alguien a hundirnos. Qué ironía que perdiéramos también la radio.

—Eres la mejor piloto de la flota, Victoria, mal que les pese. Si la naviera invirtiera en el buque o adquirieran uno nuevo, contigo al mando tendrían beneficios en cualquier ruta a la que te destinaran. Podrían olvidarse de intentar boicotearnos esas sabandijas.

El amor y respeto que su hermano le profesaba impelían su rabia interna, preguntándose cuando tiempo pasaría antes de que hubiera mujeres trabajando en cualquier oficio, incluidos los de la marina mercante. Ambos fantaseaban con ese futuro. Pero él era consciente de que incluso entonces, personas como Victoria serían discriminadas y mal vistas en ciertos sectores, incluso por otras mujeres. Para la historia nunca constaría que la primera mujer en tener mando a bordo de un buque comercial fue su querida hermana pequeña.

Solo entre hermanos y en la intimidad de la cabina, ella podía ser tratada como lo que era. Para el resto del mundo era el capitán Victor Brumberg y debía seguir mostrando un aspecto varonil, barba poblada y voz recia. Perpetuar el estereotipo del capitán de la mercante, con gorra blanca de visera negra, abrigo tres cuartos de paño azul y con formas autoritarias para con su tripulación.

Ludwig la respetaba por eso, por no renunciar nunca a su vocación aunque para ejercerla tuviera que vivir de cara a la sociedad como una persona con quien no se identificaba. También se preguntaba cuantas otras habrían pasado por la misma falsedad a lo largo de la historia con tal de sobrevivir.

El teléfono de cabina sonó. Victoria contestó, conversando brevemente y colgó.

—Han avistado una luz intermitente —anunció con esperanza.

—Si es que estamos cerca, creo que ni Isla Amsterdam ni Saint Paul tienen habitantes —pensó en voz alta Ludwig—. ¿Otro buque?

—Ahora lo averiguaremos. Subamos, pero antes— Alcanzó una pequeña bolsa de cuero y se la tendió a Ludwig—, enciéndemela, por favor.

Ludwig sonrió, cogió la bolsa y la pipa. La cazoleta, de espuma de mar, estaba tallada en forma de cabeza barbuda con turbante.

—¿Nunca acabarás aficionándote? —dijo con la boca torcida mientras daba largas chupadas para prender las virutas de tabaco que había metido a pellizcos en el hornillo de la pipa.

—Lo odio, no soporto el olor. Esta mezcla de Virginia con una pizca de Latakia es bastante aparente, pero procuro siempre tener el viento del través.

—Se te da bien —dijo Ludwig, mientras le devolvía la pipa ya encendida.

—No me trago el humo.

—Sortear las dificultades —aclaró su hermano abriéndole la puerta.

Victoria asintió dando una chupada a la pipa y lanzando el humo ya fuera del camarote. El capitán Brumberg estaba dispuesto a ejercer de nuevo como tal.

—Hay que sobrevivir a toda costa, Liebling —le dijo a Ludwig.


* * * * *


Tras subir al puente, comprobaron que la tripulación había avistado un faro, instalado sobre los escarpes de sotavento de un islote. Casi al ocaso y con la radio funcionando a rachas, se aproximaron a una distancia prudente para no topar con posibles bajíos. Emplearon varias pitadas para avisar de su presencia y el reflector de señales para comunicarse con la isla, confiando en que alguien les viera. La moral de los veintiocho tripulantes se elevó cuando desde la isla una luz les respondió en morse, señalándoles que podían aproximarse por el extremo opuesto.

Allí existía una rada de aguas tranquilas donde pudieron fondear. Desembarcaron un bote y cuatro marineros al mando de Ludwig remaron hacia la playa. Tras la varada, pudieron ver como alguien se acercaba caminando con un farol de mano.

Dos marineros quedaron al tanto de la barca, mientras Ludwig y los otros dos se dirigieron hacia quien portaba el farol, descubriendo a un delgaducho y desarrapado hombrecillo, que se dirigió a ellos con fuerte acento francés y tono alegre.

—¡Válgame el cielo! ¡Es cierto que están ustedes aquí! Creía que soñaba cuando oí sus pitadas, y al asomarme a la ventana, ahí estaba su barco. Naturalmente, me he fijado en el pabellón. Alemanes ¿verdad? Je, je, je. Bienvenidos, bienvenidos.

—Afirmativo. Soy el contramaestre Brumberg, del mercante Hänsel und Gretel. Bien hallado, señor… —Ludwig observaba con recelo aún al hombrecillo, de quien no conocía siquiera su nombre.

—Oh, discúlpeme, je, je. La soledad ha oxidado mis modales, je, je. Jean Perrault. Farero de Île Féerique desde hace… Bueno, de toda la vida, ja, ja, ja.

—No tenemos constancia de estas tierras en nuestras cartas. ¿Territorio francés?

—Oh, por supuesto Monsieur Brumberg. Desde 1793. De toda la vida, se puede decir —la boca del farero, exhalaba con cada palabra un pútrido hedor a mojama mal curada, y el panorama de los pocos y sucios dientes que quedaban al aire entre sonrisas, hacía difícil mantenerle la mirada—. ¿Y ustedes? ¿Qué les hace por aquí? Esto no está cerca de las rutas comerciales habituales, ¿cierto?

—Así es, Herr Perrault. Hemos sufrido diversas adversidades, entre ellas la perdida funcional del compás. Temíamos acabar lejos de cualquier ruta transitada, como parece que así ha sido. Por fortuna, hemos topado con su isla de forma milagrosa, casi mágica diría yo, cuando estábamos a punto de perder toda esperanza.

—Ah, monsieur, eso mismo pensaron los primeros compatriotas que pusieron sus pies aquí. De ahí el nombre. Pero en fin, aquí podrán fondear tanto tiempo como requieran, mientras arreglan lo que tengan que arreglar.

Magnífico, Herr Perrault. Tendremos que examinar una de nuestras hélices y rectificarla. Un mantenimiento general de los motores. Asimismo, si tuviera un compás y un sextante de sobra, nos sería de gran utilidad.

Oh, no tengo nada que les pueda servir, monsieur, pero debo decir que soy muy hábil. Tal vez con algunas piezas consiga arreglarlos y calibrarlos. La isla tiene su propio magnetismo, hay que calcular la declinación. Me llevará un tiempo. Mientras tanto pueden dedicarse a los demás arreglos. También puedo ayudarles con ellos.

Perrault se quedó pensativo, mirando fijamente a Ludwig, con una mano sobre su boca quizá para contener un hilo de baba que comenzaba a caer por la comisura de sus labios.

Monsieur, permítame preguntarle. ¿Tienen suficientes provisiones? La isla es rica en pesca. Pueden abastecerse de cuanto quieran y desayunar como reyes. Una docena de gambas por cabeza y día. Dos. Las que quieran. Langostas para almorzar. Ostras y almejas. ¿Pero carne? No, señor. Carne no hay en la isla. Daría lo que fuera por un suculento guiso de carne fresca bien jugosa.

Y ni las dos manos pudieron contener la fuga salivar por entre sus mellas.

Perdón, Monsieur, pero solo de pensarlo… Aborrezco ya tanta gamba, Neptuno me perdone.

El alemán simuló una sonrisa para ocultar las náuseas que le había provocado contemplar tan baboso discurso.

—No se preocupe. A bordo tenemos carne enlatada. Haremos trueque, servicios por provisiones.

—Oh, sí. —Aunque afirmaba, la mueca del farero era un tanto forzada, como de disgusto. Haremos trueque. Faltaría más.


* * * * *


Llevaban ya una semana en la isla. El motor funcionaba, con la hélice rectificada, sin el menor problema. El farero les había suministrado alguna carta náutica en vano, ya que eran antiquísimas. Pero faltaba el compás, que el señor Perrault se había llevado a su taller y que afirmaba no tener aún arreglado.

Ludwig, no podemos quedarnos mucho más. La marinería holgazanea, una vez que han arreglado todo cuanto se requería. Comienzan a engordar con tanto marisco — Victoria se mesaba las barbas con una mano, mientras con la otra, se palmeó la panza de modo satírico—. Van a terminar como los reyes franceses de la antigüedad, orondos y con gota.

Lo sé. Herr Perrault sigue enseñándome piezas de antiguos aparatos con los que dice que ha probado pero que no terminan de encajar en el sextante. Y del compás, nada. Hoy le volveré a preguntar. Es más, visitaré su taller. Me ha invitado a acompañarle a recoger unas nasas y luego iremos al faro.

Y averigua si Conrad anda por allí. Ayer fue a por más marisco y no le han vuelto a ver. No podríamos irnos sin cocinero.

—De acuerdo. Es raro que se ausente pero, ¿donde iba a ir? Es una isla. Quizás haya tenido algún accidente.

* * * * *

De nuevo en tierra, Ludwig acompañó al farero en su rutina de pesca. Levantaron cinco nasas cargadas de crustáceos, algunos peces y un pulpo. Luego se dirigieron al faro, donde el francés había construido una pequeña cetárea donde mantenía vivas las capturas hasta el momento de su cocinado.

Aunque Ludwig le pidió ver el estado actual de la reparación del sextante, el farero le insistió en que le ayudara primero a preparar el cocedero, donde había dispuesto una enorme olla con agua al fuego.

Para esa cantidad, eche cinco kilos de sal, por favor. Poco a poco para que vaya disolviéndose.

Ludwig cogió un saco y subió tres peldaños de una pequeña escalerita, se inclinó sobre el borde de la olla y comenzó a verter la sal. Le extrañó que el agua ya estuviera turbia.

—Utilizo algunas hierbas para aderezar la cocción, amigo —dijo el farero.

Pero Ludwig vio algo sospechoso. El cocinero Conrad siempre llevaba un pañuelo blanco de lunares rojos anudado al cuello. Entre el borboteo del agua le pareció verlo surgir y hundirse.

Herr Perrault ¿Ha visto a nuestro cocinero?

Perrault contestó mohíno que no creía conocer a ese hombre.

—Es extraño. Ayer parece que vino a por marisco. Y no ha vuelto.

—Por aquí no vino nadie. Quizás esté pescando en el otro lado de la isla.

—Sí, es posible. Oiga, podría…

En ese momento sonó un disparo y algo empujo a Ludwig, que cayó de la escalerilla.

Por la ventana de la estancia asomó el marinero Necker.

¿Está usted bien, contramaestre? El francés le iba a atacar con un cuchillo por la espalda y he tenido que disparar.

Ludwig, en el suelo, comprendió que el empujón se lo había dado el cuerpo de Perrault, abatido por el disparo de Necker. Afortunadamente, nunca confió en aquel tipejo y había traído una discreta escolta de dos hombres que les habían seguido a distancia.

Cuando vaciaron la olla, el cabo Smichdt vomitó. Dentro estaban los restos descuartizados del infortunado Conrad.

* * * * *


El Hänsel und Gretel volvía a navegar rumbo a Hamburgo.

Ludwig contaba a Victoria como habían encontrado más restos humanos en un estercolero junto al faro. El maldito Perrault guardaba multitud de piezas e instrumentos de otros barcos, seguramente llegados por casualidad a la isla y luego hundidos por él, tras asesinar y devorar a las tripulaciones.

La desgracia de unos, la suerte de otros. Ahora contamos con cartas correctas, compases y sextantes que funcionan. Vuelves a lograrlo, schwesterchen. Volvemos a casa. Lástima de Conrad.

Siempre lo llevaremos con nosotros. Hay que sobrevivir a toda costa, liebling.


* * * FIN * * *



Este relato participa en el #OrigiReto2020, el reto de escritura creado por Stiby (ver blog) y Katty (ver blog). En sus respectivos blogs podéis ver las normas del reto. En este caso, en el sorteo que realicé, estos son los objetivos y objetos que tocaron para el mes de enero:

Objetivo primario: Historia marítima o que involucre un faro (7)
Primer objetivo secundario: Hansel y Gretel (A)
Segundo objetivo secundario: Hadas (V) nota: île Féerique puede traducirse del francés como Isla de Hadas.
Objetos ocultos: Gamba (15) y Una docena (7)

Estadísticas según https://www.contadordepalabras.com/
2015 Palabras
12025 Caracteres (con espacios)
10077 Caracteres (sin espacios)
73 Párrafos
186 Oraciones



viernes, 3 de enero de 2020

Objetivo personal dentro del OrigiReto2020.


Este año, las jefas estrategas, han planeado todo para favorecer la interacción entre participantes, con los comentarios y las recomendaciones entre todes.

 

Como dictan las reglas, cada mes tenemos que comentar al menos tres relatos de compañeres (y los de las jefas o hasta otros cuatro) y recomendar uno.

 

Solo hay que escribir un relato, con una combinación bastante complicadilla a priori si quieres cumplir con toda la puntuación. Y ya le había cogido cariño o costumbre a lo de relato y micro. O sería síndrome de Estocolmo.

 

Y como aquí hemos venido a jugar, y a aprender, y a practicar, y a divertirnos, y ha merendar… Bueno, esto último a lo mejor no.

 

Como objetivo personal, me voy a complicar la vida aún más.

 

Me comprometo a escribir 6 relatos no acotados en extensión que se enlacen, preferentemente, a los de participantes que recomienden algún relato mio, o en su defecto, a los de participantes que hagan los comentarios más elaborados a mi relato mensual.

 

Me explico:

 

Extensión no acotada

Quiere decir que puede ser un micro o un relato breve. Tampoco esperéis que saque una saga en tres tomos enlazada. Podrá ser un micro de entorno a 1000 caracteres (o menos, o más) o un relato de cerca de 2020 palabras (por exceso o por defecto). Pero sin tener un mínimo ni un máximo fijo de caracteres o palabras. Eso sí, siempre enlazado a algún relato de algún participante.

 

¿Qué participantes?

Como de lo que se trata es de aprender unes de otres, voy a primar la interactividad. En principio, y ya que según las reglas, se promueve recomendar relatos de compañeres, en cada periodo de dos meses, veré si alguien ha recomendado un relato mio. Si es así, enlazaré un relato libre al que ese participante haya presentado ese mes.

 

Si no ha presentado relato, o nadie ha recomendado alguno mio, pasaré a mirar entre quienes hayan comentado mis relatos de esos meses. El comentario que esté más elaborado, en el sentido de que me pueda ayudar más a mejorar por sus consejos o sus críticas, será seleccionado. Y enlazaré un relato libre al de ese mes que haya presentado quien me hizo ese comentario tan útil.

 

Si no hay ni recomendaciones ni comentarios, sacaré a Lucille a batear… XD

 

No, si no hay nade, moriran una docena de gambas, me pondré triste, y miraré entre lo que pueda aprovechar en otro periodo, y habrá dos relatos provenientes de un mismo periodo de dos meses.

 

¿Por qué en periodos de dos meses?¿Por qué 6 relatos?

Porque los cementerios están llenos de valientes y a pesar de complicarse la vida conscientemente, hay que ser prudente y no kamikaze.

Y porque en un periodo de dos meses, hay más probabilidades de que alguien tenga la bendita ocurrencia de recomendar un relato mio, o de hacer un bonito comentario. Tampoco se trata de obligar a nadie, claro.

 

¿De qué forma enlazaré?

Eso también es libre. Intentaré ajustarme al máximo a vuestro relato original, utilizando los mismos personajes o circunstancias, escribiendo una precuela o una secuela, un antes o un después de lo que suceda en el vuestro. Pero también pudiera ser que simplemente me base en vuestro worbuildinglore o como diantres queráis llamarlo. Ya se verá.

 

Y creo que ya está dicho todo.

 

Si queréis preguntar algo, o comentar lo que sea, ya sabéis. Ahí abajo está el cajetín para ello.

 

¡Ánimo a todes en el reto, compañeres!